sábado, 16 de abril de 2011

¿Cómo te darás cuenta de tu propia belleza si no podés mirarte a los ojos?

lunes, 29 de noviembre de 2010

Más Allá de Todo

- Con respecto a eso...¿hay algo que puedas decirme?

- Sí, que existe...

- ¿Existe?

- ...o existió...

- ¿Dónde estaba?

- ¿Tengo que ser preciso?

- Es necesario.

- En todos lados...y sigue estando.

- ¿Lo viste?

- A cada momento

- ¿En dónde?

- En todas las pequeñas cosas

- ¿Sabés de otro que lo haya visto?

- Todos lo ven, pero no todos lo dicen.

- Y ¿por qué no lo dicen? ¿está mal?

- Está a criterio de cada uno.

- ¿Y a tu criterio?

- No puedo entender como pueden negar algo tan obvio...

- ¿Quiénes lo niegan?

- Algunos que no quieren asumir que lo ven.

- ¿Por qué yo no lo veo?

- Porque no querés ver más allá de tu imagen...

- ¿Qué hay más allá de mi imagen?

- Todo

- ¿Qué es todo? ¿Cuánto abarca?

- Todo lo que te estás negando a ver.

- ¿No quiero o no puedo verlo?

- No querés.

- Pero...¿Puedo?

- Si quisieras...si

- ¿Por qué no querría ver algo tan obvio?

- Porque estás conforme con lo que ves.

- Y ¿está mal eso?

- No se trata de lo bueno y lo malo, lo que está bien o mal; lo negro o lo blanco. ¡Va más allá de eso!

- Dame respuestas ¡necesito respuestas!...respuestas, ¡no acertijos!

- ¿No te alcanza con lo que te estoy diciendo?

- No lo puedo entender, no me estás diciendo nada...

- No se trata de entender, de razonar, sino de abstraerse, de ver más allá.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Rayuela-selección del cap.36-

La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza preferentemente de colores. En lo alto está el cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, cai siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia, y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que tambien hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato.
...sí, llegar al Cielo a patadas, llegar con la piedrita y en la última patada proyectar la piedra contra l'azur l'azur l'azur l'azur, plaf vidrio roto, a la cama sin postre, niño malo, y qué importaba si detrás del vidrio roto estaba el kibbutz, si el Cielo era nada más que el nombre infantil de su kibbutz.
...no ya subir al Cielo, sino caminar con pasos de hombre por una tierra de hombres hacia el kibbutz allá lejos pero en el mismo plano, como el Cielo estaba en el mismo plano que la Tierra en la acera roñosa de los juegos, y un día quizá se entraría en el mundo donde decir Cielo no sería un repasador manchado de grasa, y un día alguien vería la verdadera figura del mundo, empujando la piedra acabaría por entrar en el kibbutz.

[Rayuela, capítulo 36. Julio Cortázar]

¿existe? necesito saber que el kibbutz existe y que Julio no me mintió, que sólo se necesitan esos ingredientes para alcanzarlo.
¿dónde puedo jugar a la rayuela un día de lluvia si la acera está mojada?

sábado, 28 de febrero de 2009

recuerdos imborrables



Esta noche me apodero de tu alma, esta noche eres mia y jamas te dejare escapar. Esta noche te encierro en mi torre, mi luna de agua, mi princesa de plata.

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Esta noche escribiras un poema en mi espalda, para apoderarte de mi, para dejarme tus huellas. para que la tinta no se borre, y dejarme un rastro tuyo en mi cuerpo. en un lugar recóndito, dónde nadie más que vos lo pueda ver, donde solo vos puedas llegar.

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miércoles, 25 de febrero de 2009

-Onírico-


Era la primera vez que se juntaban nuestros tres cuerpos en la misma habitación, en el mismo campo visual, desde aquella última vez. Sí, esa ultima vez, en la que ni siquiera estuve yo, pero estaban ustedes dos, y que terminó en discusión y ataques de pánico que hubo que calmarlos con tranquilizantes, duchas, y hospitales. Hospitales, tranquilizantes, duchas…y una cama de dos plazas calentita con otra persona al lado que te abrazaba, o no.
Era demasiado raro, todo era muy gris, todo era muy sala de espera a algo que ya no me acuerdo qué, seguramente a un médico que te iba a atender a vos, pero no sé, porque podríamos haber estado esperando tantas cosas. No se me había ocurrido que nos la podíamos encontrar ahí. Teníamos tantos lugares en común que ya me resultaba raro que el destino-o la costumbre- no nos la haya puesto antes delante de nuestros ojos. Pero la habitación estaba tan vacía que era imposible que nuestros ojos no se cruzaran: primero la miré yo, que vi como te miró primero a vos que leías una revista, luego al piso, y por último a mi que yo la seguía mirando; vos levantaste la vista y la viste ahí parada, sin saber qué hacer, si sentarse a esperar su turno(médico quizás) si es que por eso estaba ahí o irse porque seguía sin ganas de verte/nos. Te detuviste un instante a mirarla a los ojos. Siempre te detenés a mirarle los ojos negros, es como si vieras todas las verdades universales en el fondo de su cristalino, es como si te recordara por qué estás acá(en esta sala, en esta ciudad, en esta situación, en esta lejanía-cercanía del mundo). Después me miraste a mi, y todos nos quedamos mirando el piso que no se que atractivo tendría. Una, dos, tres, cuatro manchitas, un pedacito de papel, cinco pares de zapatos, no sé cuantas baldosas, y un grado de estrés que no sé que escala usar para medirlo. Pero se fue. No soportó la incomodidad y, sin sentarse siquiera, se fue. Creo que vos te diste cuenta que era el momento indicado para decirle todo lo que le habías querido decir en otra época pasada y no te animaste, así que saliste corriendo a buscar el Taunus gris perla. Yo te seguí, porque como estábamos esperando -un turno- para vos, si vos no estabas entonces yo no tenía nada que hacer ahí. Yo nunca tenía nada que hacer en un lugar donde vos no estabas. Me subí del lado del acompañante, pero no puedo decir cuantas cuadras hicimos, sólo me acuerdo que le pasamos por el costado y frenamos un poco más delante de donde estaba ella, que nos volvió a reconocer y se acercó corriendo hasta la ventanilla abierta de tu lado. Entonces levantó del suelo muchísimas hojas húmedas, de esa planta que nunca supe el nombre pero que ya lo voy averiguar, y te las empezó a meter adentro del auto. Llenó el Taunus de agua y hojas secas mientras te gritaba, o trataba de gritarte, porque movía la boca y hacía gestos, pero no le salía la voz, hasta que yo salí del auto y la agarré. Sí, la agarré de los brazos, como abrazándola, para que se tranquilizara y la metí adentro de nuestro auto, en mi lugar, en el lugar del acompañante, mientras que yo entendí que era mejor que me quedara atrás por un momento. Desde mi asiento les pedí que hablaran tranquilas, y sabiendo que no tenía nada que hacer ahí me fui. Antes de irme te di un abrazo y un beso.
Di sólo unos pasos y me encontré con los chicos. Sabía que a esos chicos los había conocido una noche en algún lado, pero no me acordaba quienes eran y no sabía por qué estaban cuidando a un nene muy flaquito que iba con ellos. No me importó nada de eso. Quería hacer tiempo para que ustedes hablasen, así que me fui con ellos. Caminamos, no mucho pero caminamos hasta que nos frenaron para preguntarnos la hora y nos quisieron robar, o nos robaron…sí, nos robaron. A mi me robaron el reloj que nunca usé, una cadena con el dije de una llave, y las alianzas. Los chicos se animaron a hacerles frente, y se empezaron a pelear. Se pegaron un rato entre ellos mientras que el nene y yo tratamos de separarlos sin conseguir nada bueno, hasta que se cansaron. Supongo que no quisieron perder más tiempo en conseguir un reloj, una cadena y 2 alianzas, así que agarraron a mi nene por el brazo y trataron de llevárselo, mientras que yo lo había agarrado por el otro y tiraba para que no nos separen. Pero no hubo caso…sacaron un cortaplumas y le tiraron un puntazo en la espalda a mi nene que se le llenaron los ojitos de lágrimas y de dolor, después lo cortaron en los brazos, las piernas y la cara. Le iban haciendo cortes cada vez más grandes y más profundos. Él lloraba cada vez más en silencio, hasta que ya no pudo emitir sonido. Lo tiraron arriba de una pila de hojas secas y húmedas de esa planta que sigo sin saber como se llama, pero que ya voy a averiguar el nombre, y se quedó ahí quietito, sin moverse ni decir nada, todo flaquito como siempre, envuelto en un silencio que no decía nada, pero que me dejaba escuchar unos golpecitos. No, golpecitos no. Latidos. Suaves. De nene chiquito. Lastimado.
Me desesperé y salí a buscarte. Necesitaba que vieras eso, que me ayudaras a hacer algo, a no dejarlo ahí solito como yo lo estaba dejando porque los chicos se habían ido corriendo. Yo también me estaba yendo corriendo, pero a buscarte. Llegué al auto, abrí la puerta de atrás y me senté. Cuando levanté la vista estabas con esa persona, que ya había estado con vos antes. Que te había dado una casa, un juego de vajilla, uno de toallas, una cama de dos plazas y una mascota. Cuando vi como te abrazaba desde el asiento del acompañante, desde mi lugar en nuestro auto, entendí todo. Me quedé en silencio pensando en que ya no tenía una razón por la cual decirte que no podíamos dejar solo al nene, que ese ruido de golpecitos, no, latidos, que escuchaba permanentemente me estaba perturbando la cabeza, aunque cada vez sonaran más bajos. Ya no tenía una razón por la cual ofrecerte una casa, un juego de vajilla, uno de toallas, una cama de dos plazas y una mascota. Ya no tenía sentido hacerlo, porque tampoco lo hubieses aceptado. Porque en realidad ya tenías todo eso. Ya tenías otro Taunus gris perla en otra dirección esperándote, con el asiento del acompañante destinado a otra persona, y yo entendí eso en un segundo mientras que pensaba en el pobre nene tirado en la pila de hojas secas y húmedas. Dejé de escuchar los golpecitos por un momento, no, los latidos. Dejé de escuchar al nene por un momento. Dejé de escucharme por un momento. Y me di cuenta que ya no estaba más en el auto, que estaba sobre una pila de hojas seca y húmedas, con un puntazo en la espalda y el cuerpo cortado. Dentro mío volvieron a resonar los golpecitos, ahora más débiles. No me movía, pero pensaba. Te pensaba. Sí, te pensaba adentro del Taunus, y me preguntaba por qué y cuando habías dejado que me vaya del auto, por qué me habías dejado sobre una pila de hojas secas húmedas. Y te seguí pesando un rato, hasta que dejé de escuchar los golpecitos.


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Es un texto aún no revisado, ni modificado, de hecho el título es provisorio. Es un primer ensayo de lo que quizá algún día llegue a ser un cuento, así que sepan leerlo como tal.
se aceptan todo tipo de críticas.


··Ale··

martes, 24 de febrero de 2009

segundo reporte


debo confesar que en mi intento de tener un blog, me colgué mucho en actualizarlo. me tomé vacaciones, volví a trabajar, volví a estudiar y cuando quise acordar...ya no pude...

había olvidado mi nombre de usuario para acceder al blog y había olvidado la contraseña..


hoy solo paso a dejar una linda foto(*), y decir que volvere mañana a postear algun texto un poco mas interesante, porque hoy...hoy me olvidé la computadora...


que tengan buenas noches!
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(*) QUE BUENA FOTO!!!!!!!!!!!
(cortesía de pazchi)

sábado, 27 de diciembre de 2008

Prometeo y Pandora


Zeus no me deja dormir. Me persigue cautelosamente noche tras noche; me lo cruzo en cada vereda por la que camino, acompañado por mortales que tal vez no sepan quien es. Trata de decirme algo, pero no se escucha. Tal vez quiera un sacrificio de mi parte. Sé que está enojado.
Sé que sigue enojado, y tiene ganas de seguir castigándome a pesar de que no sabe que ya tengo elementos suficientes para pagar por el dolor que le causé.
Me mostró a la única mujer existente, similar a una diosa y yo la quise para mi, la necesité. Me la dio. La acepté… sin honra, pero con amor(sin timè, pero con eros). Junto con ella me envió la cantidad suficiente de pesares para recordarme a cada momento que falté a mi honradez y que lo lastimé por esa pérdida, por la cual sigue sufriendo, y ató a mi dios filántropo que era nuestro intermediario.
Cómo remediar mi relación con él, si mi dios filántropo está preso con un águila picándole el hígado para recordarle el mal que ha causado, la deshonra, la pérdida de timè por haberme entregado el secreto de la vida, la verdadera clave para vivir que solo Zeus poseía.